Desde el comienzo de esta pandemia, todo el personal de salud asumió el rol que ocupaba y se dispuso a dejar todo para evitar llegar a situaciones extremas. No nos quejamos por tener que ir al frente de una batalla con un rival desconocido, por el contrario, lo hicimos con orgullo.

Somos oncólogos, somos parte de este sistema de salud, y sabemos que atendemos a un grupo de pacientes que nos necesitan a diario, y no podemos relajarnos.

Fue difícil adaptarse a una situación desconocida como el aislamiento, a no poder ver a seres queridos, a no poder recibir un abrazo; pero mucho más difícil fue para quienes contaban con un diagnóstico de una patología oncológica, como nuestros pacientes, por eso no pudimos relajarnos y estuvimos para acompañarlos.

Es imposible pretender manejar los tiempos de una enfermedad oncológica, y lo que dejamos para mañana puede ser tarde; por lo que con pandemia, con aislamiento, con dificultades y falta de empatías, aun así, no pudimos relajarnos y seguimos trabajando.

Escuchar que  “el sistema de salud se relajó” por parte del Sr. presidente de la Nación, fue una muestra elocuente de que nuestro trabajo no solo no es valorado, sino que pasó desapercibido durante todo este tiempo.

Es hora de darle a la salud el valor que tiene, el lugar que se merece, el presupuesto que necesita y los recursos que utiliza. Porque podemos hablar de muchos indicadores, de aplanar curvas, de casos nuevos, de camas de terapia intensiva y respiradores; pero nada de eso funciona sin el recurso humano que hoy están menospreciando.

Esperamos que este sea el punto de partida que permita el reconocimiento a un equipo de salud que incansablemente viene trabajando desde el comienzo de esta pandemia, y mucho antes también; sin poner excusas, sin bajar los brazos, sin guardarnos nada, sin relajarnos, porque para nosotros esa nunca fue una opción.