Desde hace tiempo, quienes trabajamos en oncología tenemos la impresión de que existe un aumento de personas jóvenes que enferman de cáncer. De hecho, la Asociación de Oncólogos Clínicos de Córdoba y el Registro de Tumores de la Provincia de Córdoba vienen trabajando desde hace 2 meses en el desarrollo de un proyecto de vigilancia epidemiológica intensificada para observar si en nuestra provincia ha habido algún cambio en la incidencia de cáncer en menores de 50 años en el período 2012-2022.
Mucho se ha comentado en los últimos días en medios científicos y periodísticos acerca de los resultados recientemente publicados en la revista médica BMJ Oncology1 sobre el aumento de la incidencia y mortalidad por cáncer en personas menores de 50 años, que algunos incluso -a mi entender, equivocadamente- han llamado “epidemia de cáncer”.
En ese artículo, se comparan las variables mencionadas en los años 1990 y 2019 en base a los datos sobre 29 tipos de tumores en 204 países obtenidos del Global Burden of Disease, un registro de información global sobre enfermedades. Los resultados publicados revelan un aumento del 79,1% en nuevos casos y de 27,7% en la mortalidad en esos 30 años.
Se ha especulado extensamente acerca de las causas de este hallazgo: mejora en los servicios de salud, hábitos tóxicos y dietarios, polución del aire, sedentarismo, cambios en los patrones de maternidad, entre otros. Sin embargo, poco se ha dicho sobre el desigual impacto que estas enfermedades tienen en los países con diferentes niveles de desarrollo socioeconómico y lo poco que ha cambiado esa desigualdad en el período observado.
¿Epidemia de cáncer…..?
Veamos los números. La cantidad de personas que enfermaron de cáncer aumentó poco más de 79%, pero la población mundial en ese período creció un 69%. La diferencia puede justificarse a grandes rasgos por la confluencia de dos circunstancias: por un lado, el mayor diagnóstico precoz gracias a los programas de screening (fundamentalmente para cáncer de mama y cuello uterino), aplicados en especial en los países con sistemas sanitarios más avanzados; y por otra parte, por influencia de ciertos factores de riesgo relacionados con los tumores más frecuentes, como el consumo de alcohol, el tabaquismo, la obesidad, la inactividad física, diabetes/hiperglucemia y hábitos alimentarios.
No es coincidencia que los tumores que mostraron un aumento significativo en incidencia, mortalidad y morbilidad en forma conjunta, fueron los de origen mamario y colorrectal, justamente los más relacionados con los factores de riesgo antes mencionados, mientras que en otras localizaciones se observó o bien un crecimiento menor o incluso un descenso en todas o algunas de esta variables.
Aun así, es importante resaltar que a pesar del aumento de nuevos casos, la mortalidad ha subido en una proporción mucho menor.
En resumen, puesto que la mayor parte de la elevación de la incidencia se justifica por el crecimiento poblacional y que el aumento de la mortalidad ha sido de menor magnitud, parece un tanto exagerado afirmar que estemos enfrentándonos con una epidemia.
…o inequidad endémica?
Más preocupante me parece el escenario de desigualdad en el que se desarrollan estas enfermedades. Las diferencias regionales tienen que ver con factores ambientales, modos de vida y la complejidad y acceso a los servicios sanitarios.
Si observamos la curva de incidencia publicada, existe una correlación importante con los niveles socioeconómicos. En otras palabras; a mayor desarrollo, mayor número de nuevos diagnósticos tumorales. Por ejemplo: enferman más de cáncer las personas en Estados Unidos que en los países del África subsahariana centro-occidental.
Esta mayor incidencia en países avanzados tiene relación tanto con la aplicación más amplia de programas de diagnóstico precoz para cáncer de mama, cérvix y colon, como con el estilo de vida occidental.
Sin embargo, no ocurre lo mismo con la morbi-mortalidad, que aumenta a medida que asciende el grado de desarrollo hasta los niveles medio/medio-alto y luego muestra un descenso, lo que significa que el riesgo de morir por cáncer es menor en los países socioeconómicamente mejor posicionados, debido al acceso a servicios sanitarios de diagnóstico y opciones terapéuticas más sofisticadas. En cambio, los países con nivel de desarrollo medio/medio-alto, tienen un registro de nuevos casos cercano al de los países más avanzados por estilo de vida, pero con mayor mortalidad, lo que pone en evidencia importantes diferencias en el acceso a servicios de salud entre su población.
Por otra parte, en los países menos desarrollados las principales causas de fallecimiento por neoplasias son el cáncer de mama y el de cuello uterino, lo que resulta alarmante puesto que precisamente en estos modelos tumorales tienen mejores resultados los programas de diagnóstico precoz.
En relación a las diferencias entre sexos, las mujeres sufren una evolución significativamente peor en términos de morbi-mortalidad con respecto a los varones, solamente en los países con menor nivel socioeconómico. Y esta situación de mayor vulnerabilidad no ha mostrado cambios en los últimos 30 años.
Si bien en el presente estudio el análisis según niveles de desarrollo se realizó por países o regiones geográficas, múltiples publicaciones han demostrado que también dentro de un mismo país las desiguales condiciones de vida y acceso a los servicios de salud afectan la mortalidad por cáncer.
Como se mencionó previamente, los factores de riesgo para los tumores más frecuentes serían el consumo de alcohol, el tabaquismo, factores dietarios, la vida sedentaria, la diabetes/hiperglucemia y obesidad. En este sentido, se propone entonces reducir el consumo de bebidas alcohólicas y tabaco, adoptar mejoras en la alimentación privilegiando el consumo de frutas y lácteos y evitando las bebidas azucaradas, y promover la actividad física.
¿Pueden estas recomendaciones ser aplicadas en países o sectores de la sociedad crónicamente empobrecidos? ¿Es posible reducir el consumo de alcohol y tabaco sin intervenir eficientemente en los procesos educativos de niños y adolescentes? ¿Podemos acaso realizar recomendaciones alimentarias a extensos sectores de la población a quienes apenas les alcanza para comer lo que se puede y cuando se puede? Ni hablar de la promoción del ejercicio físico regular (para lo cual se necesita disponer de tiempo de ocio y dinero) o del acceso de los sectores menos favorecidos a estudios genéticos y terapias de alto costo.
Los países con menor brecha entre los que más y menos tienen son aquellos que han privilegiado la consolidación de sistemas educativos y sanitarios más igualitarios. Si quienes toman decisiones políticas a nivel global y local no adoptan medidas que realmente tiendan a reducir la inequidad, priorizando el fortalecimiento de la educación y acceso a servicios de salud de calidad y promoviendo el trabajo con ingresos dignos, solo podremos reducir de manera desigual el riesgo de enfermar y morir de cáncer.
Dr. Alejandro Rubio – Presidente de la AOCC
1.-Zhao J, Xu L, Sun J, et al. Global trends in incidence, death, burden and risk factors of early-onset cancer from 1990 to 2019. BMJ Oncology 2023;2:e000049. doi: 10.1136/bmjonc-2023-000049.